Los orígenes de la palabra 'tapa' no se han precisado por ninguna de las múltiples personalidades gastronómicas que lo han intentado, dado que no nos han podido ofrecer una base sólida sobre la que sustentar sus teorías que:
· Para unos se hace referencia a una dudosa medida de seguridad, por la que, con un pedazo de chorizo, lomo, queso u otro embutido, como el jamón se pretendía 'tapar' una copa de vino ante la posible caída de un insecto.
· Cuando para otros, lo que se pretendía y consigue con 'la tapa' era 'tapar el hueco' que deja el vino al entrar en estómago, como es de todos conocido.
· Mientras que para otros, sus orígenes estarían en la transformación de la comida formal junto con el vino, de quien proceden, presentados de una manera rápida y cómoda ante los ojos de un viajero o caminante que se acercaba a las famosas ventas, fondas o tascas que poblaban nuestros caminos y calles para comerla rápidamente, sin detenerse prácticamente en su marcha, más que lo estrictamente necesario.
Si bien, en lo que todos los autores están de acuerdo es en que su nacimiento como algo muy generalizado se produjo en Andalucía, en el siglo XIX, aunque ya Cervantes las denominaba 'llamativo' en el Quijote, y Quevedo se refería a 'la tapa' como 'aviso' o 'avisillo', en sus obras literarias.
Pero serían tanto el tiempo, la creatividad, el buen oficio, el ingenio y el afán de cada pueblo, como la intervención de todos aquellos que están alrededor de los fogones, incluidos, como no, 'sus probadores' los que consiguieron difundirlas por toda nuestra geografía; haciendo las lógicas variaciones propias de quien las prepara y las degusta, consiguiendo penetrar en muchas zonas donde no se conocían, compitiendo por tener un espacio que en algunos casos con su amplia y variada oferta supera con creces a la ofrecida por muchos restaurantes de postín.
Por último, no debemos de olvidar el componente social que tiene 'la tapa' que nos seduce de forma esporádica a unos, como de forma permanente y ritual, a otros, permitiendo con su degustación el regocijo con los familiares y amigos antes de sentarnos a la mesa, y que hacen de este hábito una alegría a la rutina diaria de nuestros quehaceres; que han pasado en muchos casos del bar a nuestros hogares, precediendo muchas de nuestras comidas.
Comidas que en algunos casos se ven amenazadas por un excesivo 'tapeo' que las anula, si no tenemos un control sobre este acto, que debe de ser breve, equilibrado y puente para otros manjares que no merecen nuestro desprecio, y que en muchos casos han supuesto un proceso de elaboración complejo y pesado, como para no verse agasajado por unos inteligentes comensales, como pienso que serán quienes hayan leído este artículo.
Paco García.
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