1. Los caracoles que deberán de haber estado un tiempo comiendo tomillo en un lugar al efecto, como eran los antiguos sacos de yute, los lavaremos con abundante agua, un puñado grande sal y mucho vinagre; para quitarles toda su baba, y posteriormente, los pondremos de un cazo grande con los bordes untados con sal, para evitar que se salgan del mismo, y luego, sacaremos el cazo con los caracoles al sol para y de esa manera, llevarlos al fuego lento de nuestra cocina, donde calentaremos poco a poco el agua que los contiene y un poco más de sal, con lo que se entiende que se les habrá “engañado”, retirando la espuma que se forme con una rasera.
2. Los huevos los pondremos en un cazo a hervir hasta que se hagan duros, reservándolos después.
3. En una sartén pondremos aceite a calentar añadiéndole las almendras que una vez doradas, las apartaremos del fuego para que enfríen un poco, añadiéndoles un poco de sal, antes de majarlas en un mortero.
4. En el mismo aceite doraremos las ñoras, limpias de pezón y semillas, evitando que las mismas se quemen, reservándolas a continuación.
5. Echaremos los caracoles en la sartén, tras reducir previamente la intensidad del fuego al mínimo, sino lo estuviese ya. Añadiríamos a continuación el majado de almendras, el vasito de vino blanco seco, la pimienta negra molida y el azafrán.
6. Majaremos con un poco de sal las ñoras, en el mortero; para a continuación pasarlas por un colador con un poco de caldo del hervido de los caracoles, así como también procederemos a rectificar la cocción de sal y pimienta, si fuese necesario.
7. Justo antes de servirlo, le añadiremos el huevo duro, pelado y a rodajas, sobre el plato que tengamos preparado y que lo haremos como tapa, acompañando un buen vino o una fresca cerveza.
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