1. Pondremos un cazo al fuego con la leche, el agua, la mantequilla, el anís, el azúcar y un pellizco de sal.
2. Cuando se produzca el primer hervor, le añadiremos la harina y la levadura, ayudándonos de una cuchara de madera removeremos bien toda la mezcla, hasta que consigamos una mezcla muy fina y carente de grumos.
3. Una vez conseguida una masa homogénea y sin grumos, la separaremos del fuego y le agregaremos uno tras otro los tres huevos, y con la ayuda de la cuchara de madera removeremos bien toda la mezcla, hasta conseguir que toda ella se vea igual.
4. Dejaremos reposar esta masa por un periodo de tres horas, cubriéndola con un trapo limpio y fino de cocina; y dentro de un recipiente lo suficientemente grande como para permitir que la masa crezca con la ayuda de la levadura que lleva incorporada.
5. En un perol grande de hierro o acero inoxidable pondremos el aceite de girasol a calentar, cuando nos dispongamos a hacer los buñuelos.
6. Para hacer los buñuelos nos podremos ayudar de una manga pastelera, en la que introduciremos la masa preparada y luego, la iremos vertiendo en pequeñas porciones sobre el aceite de girasol caliente.
7. Con la ayuda de una espumadera iremos dándole la vuelta a los buñuelos en el aceite caliente, para que se doren bien.
8. Cuando estén bien doraditos los retiraremos del fuego y los pondremos en una fuente plana, y sobre un papel de cocina para que escurran su aceite en este.
9. Cuando enfríen tendremos dos opciones para servirlos a nuestros comensales:
Opción 1.- Espolvorearlos con el azúcar glass y servirlos, o bien
Opción 2.- Cuando estén fríos del todo, podremos cortarlos por la mitad, sin separar del todo las dos mitades, eliminando la masa poco cocida del interior, y rellenándolos con crema pastelera, nata montada, mermeladas o frutas, entre otras opciones.
Antes de servirlos los espolvorearemos con azúcar glass.