1. Pelaremos los ajos y los cortaremos en láminas finas, reservándolos a continuación.
2. Lavaremos las acelgas en abundante agua, para eliminar la tierra que puedan llevar cogida, para continuar cortándolas finamente.
3. En una olla pondremos a cocer las alubias blancas con una hoja de laurel y agua fría, para que cuando estén cocidas las retiraremos del fuego y las escurriremos.
4. Mientras que cuecen las alubias, podremos añadirle los tomates con un corte en forma de cruz en su base, para que se escalde y podamos fácilmente pelarlos una vez que los saquemos del fuego y los reservemos, antes de cortarlos finamente.
5. Colocaremos en una cazuela el aceite de oliva a calentar, añadiéndole los ajos laminados y las almendras, que una vez que estén doradas retiraremos del fuego y los reservaremos en un mortero o almirez.
6. Agregaremos al aceite que tenemos caliente en la cazuela, el tomate finamente cortado que aplastaremos con la ayuda de la rasera o de un tenedor, y pasados unos cinco minutos de cocción, le añadiremos las acelgas finamente cortadas, con el agua que puedan retener en sus hojas.
7. Salpimentaremos con sal y pimentón dulce. Admitiendo este plato una pizca de pimentón picante también, según los gustos.
8. Removeremos todo bien, y lo dejaremos que cueza a fuego lento y tapando la cazuela por espacio de unos 20 minutos. (Si empleasemos una olla Express tradicional el tiempo de cocción sería de unos 10 minutos tan sólo y si fuese ultra rápida este tiempo se reduciría a unos 3 minutos.
9. Majaremos bien en el mortero o almirez las láminas de ajos y las almendras fritas, añadiéndole el comino y la miga de pan empapada en el vinagre de vino blanco, así como un poco del caldo de la cocción de las verduras, para verter todo el conjunto en la cazuela junto con las alubias blancas que teníamos reservadas, que ahora removeremos todo y que dejaremos que continúe cociendo por unos cinco minutos, sobre un fuego suave y con la cazuela destapada.
10. Las serviremos en una plato llano u hondo, según la cantidad de caldo con la que se cuezan o las queramos presentar a nuestros comensales.

Cuanta hambre habrá combatido este humilde plato, en una Cuaresma de Misa, Sermón y poco que llevarse a la boca.

Nuestra historia nos ha hecho ver que en diferentes culturas a la nuestra se han aplicado dietas alimenticias con las que se combatían los cambios en nuestros organismos que se producían con la llegada de la primavera, y que incluían platos como éste.

Con esa norma de alterar nuestra dieta alimenticia durante más de cuarenta días antes del equinoccio de primavera, que conocemos como la cuaresma cristiana -durantes esos días, en sus orígenes además de prescindir de la ingestión de carnes se prescribía un más o menos duro pero siempre desintoxicante ayuno-, la Iglesia lo institucionalizó, pero siempre existió quien lo eludió con 'bulas'.

Esta era y es una forma muy sana de limpiar nuestro organismo de impurezas, y de la que tanto se habla actualmente.