1. Lavaremos, pelaremos y limpiaremos los membrillos para quitarles las partes más maduras y dañadas que puedan tener.
2. Herviremos la carne del membrillo con un poco de agua y una vez cocido lo escurriremos bien.
3. Tamizaremos el membrillo cocido, hasta conseguir una mezcla homogénea.
4. Mezclaremos el membrillo tamizado con el azúcar, para ponerlo a continuación a cocer de nuevo, pero esta vez en un perol de barro, con un fuego suave, y removiendo todos los elementos con una cuchara de madera.
5. Una vez conseguida esa mezcla uniforme de membrillo y azúcar, la retiraremos del fuego y la taparemos con un trapo fino de cocina; y lo dejaremos que se aire por espacio de unos 15 días, con el fin de que se seque o evapore el agua, todo ello dentro de un refrigerador.
6. Transcurrido esos quince días, colocaremos la carne del membrillo sobre un papel vegetal, dentro de un recipiente de madera de chopo, y lo introduciremos de nuevo en el refrigerador para que lo tengamos listo cuando lo queramos utilizar en un futuro; ya sea solo o sobre una fina tostada de pan integral.

En muchos márgenes perdidos de nuestra Vega Baja alicantina siempre quedaba un pequeño lugar para plantar un membrillero, que descuidado por el campesino, siempre le recompensaba con el dulzor de su carne elaborada según esta sencilla receta.